En Libia se redefine Occidente
Jean-Baptiste Donatien de Vimeur, Conde de Rochambeau, sus tropas y las del mayor general Lafayette se unieron a las de Washington para lograr la victoria decisiva de la Guerra de Independencia de los Estados Unidos
Si en los días pasados usted, el lector, hubiera estado luchando en Az Zawiyah, o cualquier otro pueblo libio, contra las incursiones del ejército de Gadafi, es muy probable que pensara que los políticos del occidente democrático son una casta de indiferentes.
Estos políticos hablan hoy contra el Gadafi que ayer fue su aliado, pero no actúan para frenar los crímenes que comete contra un pueblo que, con inferioridad de armamentos, lucha por su libertad.
Parece que a los dirigentes de Occidente les importa un comino lo que piensen los libios. Son políticos pragmáticos y se preocupan por quienes votan por ellos. No les interesa ganar la voluntad de los jóvenes árabes que les piden ayuda.
Hasta ahora parece que les ha sido más práctico pasar por alto o apoyar a los dictadores. Los dictadores se compran. Los dictadores protegen las inversiones extranjeras. Ellos hacen y deshacen las leyes. En el Oriente Medio los “hombres fuertes” han asegurado el flujo de petróleo.
Que las naciones democráticas hayan firmado la Declaración Universal de los Derechos Humanos no parece que siempre sea tomado al pie de la letra ni muy en serio. Los políticos de nuestros tiempos hacen lo que les conviene en este momento y mañana que se las entiendan los que sigan de turno.
Pero toda contradicción tiene su precio. Si el Occidente democrático no es consecuente con sus principios de defensa de la libertad y de respeto a los derechos humanos en el mundo, crea resentimientos que son el caldo de cultivo del radicalismo y la violencia. Lo han hecho ya por demasiado tiempo.
Los pueblos esclavizados por dictaduras y los pueblos que pasan hambre necesitan ayuda. Unos para lograr su libertad, otros para sobrevivir las enfermedades y la miseria. Occidente tiene que redefinirse claramente o pagar las consecuencias.
Los Estados Unidos han demostrado su decisión de defender la libertad en el mundo. Lo hicieron en las dos guerras mundiales del siglo pasado. Lo hicieron por su propia seguridad y por sus principios.
La supervivencia de los Estados Unidos se debió en gran parte a la ayuda decisiva con que Francia apoyó su guerra de independencia. La participación francesa fue decisiva en la derrota de Yorktown y el rendimiento de Lord Cornwallis.
Sin la ayuda de Francia, en hombres y pertrechos, la guerra de independencia de los Estados Unidos pudo haber sido más prolongada y sangrienta. Francia ha sido el primer país en reconocer al gobierno provisional que en Libia lucha contra Gadafi.
Hoy los libios piden y piden ayuda a un Occidente que le da largas al asunto. Como si no estuvieran obligados por sus propias palabras y principios.
Hoy será por ellos. Mañana por el pueblo que lo necesite. Hasta que nunca más un pretendiente a tirano sobre la faz de la tierra se atreva intentar tomar el poder por la fuerza y mantenerlo a sangre y fuego sin que la comunidad internacional se lo impida.
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