domingo, 28 de diciembre de 2014

“AHORA SÍ GANAMOS LA GUERRA”: HACIA LA CONSOLIDACIÓN DE LAS TIRANÍAS EN CUBA Y EN VENEZUELA


Quisiera dentro de un tiempo, ojalá no muy lejano, que lo que escribo aquí sea un verdadero disparate. Nada desearía más.

Lo veo claramente, Obama no va a perder el tiempo ni la simpatía de la izquierda de los Estados Unidos y de Latinoamérica enfrentando al castro-chavismo en Cuba y/o, en Venezuela.

Los cubanos y los venezolanos demócratas no solo hemos perdido un presidente aliado sino que éste se ha convertido en un amigo de nuestros enemigos. Hasta bromas intercambió con Raúl Castro por teléfono.

No nos debía extrañar, él es un hombre tan pragmático que después de anunciar que los terroristas habían degollado al periodista estadounidense James Foley se fue a pasar un buen rato jugando golf el pasado agosto.

Obama ha logrado una gran victoria entre quienes creen que saben lo que está pasando en Cuba y en su ignorancia de la realidad se alegran de esta componenda.

En la Cumbre de las Américas a celebrarse en Panamá el próximo abril habrá dos ovaciones, una para Barack Obama y otra para Raúl Castro.

La Carta Democrática Interamericana de la OEA, aprobada en 2001, es letra muerta. La OEA y casi la totalidad de los gobiernos representados en esta organización se han convertido en sus enterradores.

Los latinoamericanos demócratas y bien intencionados que hoy se alegran del restablecimiento de relaciones entre la democracia norteamericana y la dictadura castrista no se asusten un día si a sus fronteras llega la nueva ola: “la dictadura de partido único en matrimonio con el capitalismo”.

El anuncio del presidente Obama del restablecimiento de relaciones diplomáticas con el gobierno de Raúl Castro y de toda una serie de medidas de orden político, comercial y diplomático que le acompañan, incluyendo el objetivo expresado por el Presidente de que el embargo se levante, me lleva a la conclusión de que Obama está satisfecho con el hecho de que en Cuba se consolide una dictadura al estilo chino o ruso -o algo parecido- siempre y cuando no mortifique mucho a los Estados Unidos.

No es de extrañar que la dictadura castrista ayude a la CIA y al FBI a darle seguimiento a los elementos terroristas islámicos que están infiltrados en Latinoamérica.

Es pura retórica la argumentación de que el embargo no ha podido lograr un cambio en Cuba y que esta nueva política avanzará la causa de los cubanos demócratas porque el gobierno de los Estados Unidos tendrá más influencia con el régimen cubano.

¿Ha tenido Obama más influencia con Putin después que lo trató como un líder civilizado?  La influencia de Obama entre los dirigentes del mundo está por el suelo. La pequeña Lituania está entrenando por su cuenta, una fuerza para repeler una invasión rusa, antes de que llegue otra pequeña fuerza móvil que la OTAN dice que estará lista dentro de dos años.

Recep Tayyip Erdoğan, presidente de Turquía, por meses se negó a hablar por teléfono con Obama.  Abdalá II de Jordania admitió a Charlie Rose en su programa de entrevistas televisivas que mucha de la violencia que aterroriza el Medio Oriente se pudo haber evitado si los Estados Unidos hubieran tomado a tiempo las medidas que él recomendó. No fue el único que las planteó.

Los cambios en Cuba

Quienes en el mundo piensen, repitan y escriban al compás del todavía fresco entusiasmo porque creen que ahora se abre la verdadera posibilidad de cambios en Cuba están un poco atrasados.

Los cambios en Cuba empezaron hace un montón de años cuando Fidel Castro -no fue Raúl- decidió que no se podría desarrollar la industria turística en Cuba si no era en sociedad con las cadenas hoteleras españolas.

Otros sectores fueron puestos en subasta -por ejemplo la minería- mucho antes que Raúl Castro heredara el poder.

Mientras tanto, las corporaciones manejadas por militares en Cuba acaparaban todo tipo de empresa.

Este cambio hacia el capitalismo obedecía a una decisión: la única manera en que el castrismo se mantendría en el poder era si el capitalismo lo sostenía. Eso lo inventaron en China, en Vietnam y en Rusia hace mucho tiempo.

En Cuba seguirán llevándose a cabo cambios cosméticos para engañar, pero el poder y las libertades fundamentales se quedan dónde están.

Hace más de 20 años que mi padre regresó de una reunión con un alto oficial en el Pentágono. No habían discutido nada especial, el militar quería conocerlo, o quería aprovechar la ocasión para decirle que habían recibido la visita de una representación militar de Cuba de alto nivel.

La comitiva había llegado con una propuesta:

Nosotros en Cuba estamos convencidos de que el régimen no es viable a largo plazo y necesitamos 20 años para el cambio y estamos preparando gente joven para esa transición.

La respuesta de los oficiales del Pentágono fue explicarles que ellos no podían decidir el asunto y que debían tratarlo con el Departamento de Estado.

Así que esto de los cambios no es nada nuevo, hechos a su  manera, no hacia la democracia.

Son cambios para quedarse en el poder, dar un poco de Internet como en China y en Rusia y dar libertades mientras éstas no representen un peligro para la clase dominante.

Asesinar y encarcelar opositores en lugar de fusilarlos y compartir con el capitalismo la explotación de un pueblo privado de libertad y de derechos. ¿Se les parece a China o a Rusia?

Otro argumento absurdo, que ahora se repite, es que ha sido el colapso de la economía venezolana y la posibilidad de que Cuba perdiera la subvención de ese país, lo que ha obligado a la dictadura en Cuba a llegar a un acuerdo con Obama. No lo creo.

La decisión de un acuerdo con los Estados Unidos obedece al reconocimiento de que aún con la subvención venezolana el castrismo no podía atraer capitales a Cuba porque sin el mercado de los Estados Unidos y el visto bueno de Washington quien invirtiera en la Isla estaba corriendo un riesgo muy grande.

Raúl viene pidiendo este arreglo desde que heredó el poder de su hermano.

Según Obama las conversaciones secretas comenzaron hace 18 meses, pero hace tan solo un año, en el funeral de Nelson Mandela, vimos las fotos casi lastimosas de un Raúl Castro suplicándole a Obama.

Obama por lo visto no había cedido a las peticiones del régimen castrista en ese momento. Hace 18 meses los precios del petróleo estaban muy buenos, no había crisis en Venezuela, donde se robaban los dólares a manos llenas.

Fue la gravedad de Hugo Chávez y su muerte lo que decidió finalmente a La Habana a empezar el juego de las negociaciones con los Estados Unidos, con el propósito de un acomodo que les garantizara el poder en Cuba.

En ese tiempo los precios del petróleo eran muy altos y nadie imaginaba el escenario actual.

Lo que realmente le preocupaba al castrismo era que Nicolás Maduro, su hombre en Caracas, no pudiera mantener el control. Les preocupaba que Estados Unidos aprovechara la oportunidad.  No tenían por qué preocuparse.

También les preocupaba que unos cuantos miles de venezolanos se tiraran a la calle a desafiar el régimen. No sabían lo que podía suceder y temían que alguien en el mundo los apoyara.

Tampoco tenían por qué preocuparse en La Habana, ya que la experiencia demostró que nadie apoyó con fuerza a los jóvenes venezolanos, entre ellos Obama. No se pasó de la retórica. Los gobiernos de Latinoamérica callaron, y con raras excepciones dijeron algo en voz baja.

La dictadura estaba consciente del desastre que se le avecinaba, mucho antes que esta reciente crisis del petróleo.

En diciembre de 2010 Raúl Castro reconoció públicamente:

“O rectificamos o ya se acaba el tiempo de seguir bordeando el precipicio, nos hundimos, y hundiremos (...) el esfuerzo de generaciones enteras”.

Fue Obama el que no quería llegar a un acuerdo porque le perjudicaría políticamente en los Estados Unidos.

Esperó hasta perder el control del Congreso para hacer lo que Carlos Alberto Montaner ha descrito como algo “que le pedía el cuerpo”.

Obama no es una mala persona, cree que sabe mucho, pero no sabe tanto. Es un incauto y un pusilánime.

No lo digo yo, es la opinión de muchos expertos en los Estados Unidos, entre ellos la de varios de sus Secretarios de Estado, Defensa, y directores de la CIA.

Desconoció los consejos de su ex Secretaria de Estado, y sus dos ex Secretarios de Defensa sobre la necesidad de tener una política diferente en Siria. Y ya han muerto 200,000 seres humanos en ese país, y la cuenta sigue aumentando.

Antes de eso había ignorado el planteamiento estratégico propuesto por Richard Hoolbroke, su embajador especial para Afganistán y Pakistán, el diplomático con más experiencia en el área, que además contaba con todo el apoyo de Hillary Clinton.

Se burló incluso del potencial terrorista de ISIS cuando este grupo empezaba su guerra asesina y miren lo que ha pasado.

Pero no solo se burló de este incipiente grupo terrorista, sino que ignoró las recomendaciones de la Secretaria del Estado Hillary Clinton, del Director de la CIA David Petreaus y del General Martin Dempsey, Jefe del Estado Mayor.

Confió en Vladimir Putin como el que trata como un socio razonable, y le prometió que en su segundo mandato sería más flexible.

Putin, que es un mafioso, se dio cuenta que podía hacer lo que le diera en gana, porque no enfrentaba a un Ronald Reagan, y ahí tienen, muertos y heridos, la anexión de Crimea, y quien sabe cuántas sorpresas terribles más le esperan a Occidente.

Por muchas razones en estos momentos el 67% de la población estadounidense piensa que su país va por mal camino.

El secreto y la mentira

Obama ha aprovechado este diciembre para decir la verdad que ocultaba con mentiras.

Porque hasta ahora había reiterado una y otra vez en público que no habría un arreglo con el régimen castrista hasta que el país se encaminara al respeto de los derechos humanos.

Tampoco nos debe extrañar el uso de la mentira.

A los norteamericanos Obama les prometió, y repitió una y otra vez, que con su plan de servicios de salud -Obamacare- cada persona tendría el derecho a quedarse con el seguro que tenía y con el médico que lo trataba. Resultó lo contrario, y eso lo resiente la mayoría del pueblo americano.

Venezuela y el chavismo

El último alegrón de burro de quienes hoy aplauden la reconciliación de Obama con Raúl Castro es que creen que Raúl Castro ha desconocido a Nicolás Maduro y que el autócrata venezolano ha quedado en el ridículo con su retórica anti-norteamericana.

No amigos, Venezuela es el país con las reservas de petróleo más grandes del mundo y ni los chavistas, ni mucho menos Raúl Castro y la mafia castrista que controla a Venezuela, van a abandonar ese tesoro.

El castro-chavismo es un reptil de varias cabezas. No van a perder el petróleo venezolano; lo van a mantener a sangre y fuego y lo harán contra el pueblo y contra quien en los Estados Unidos o en cualquier parte pretenda ayudar a los venezolanos a recuperar su democracia.

Habrá primero miles de muertos en las calles de Venezuela antes de que Raúl Castro y sus cómplices pierdan el control de esas reservas prodigiosas.

El triunfo castro-chavista ha sido magistral. En los dos años que le quedan a Obama en la Casa Blanca van a tratar de destruir a la oposición democrática venezolana como sea.

No tienen que apurarse tanto, porque los republicanos, aunque controlan el Congreso, se comportarán con mucha cautela si quieren ganar la presidencia en 2016.

Obama podrá firmar sanciones simbólicas contra este y aquel chavista, eso no tiene mucha importancia.

Las muestras están a la vista: los estudiantes asesinados y los estudiantes detenidos, la prisión de Leopoldo López, y las acusaciones contra María Corina Machado. Están triturando a la oposición y el mundo calla, y cuando algunos hablan, de palabras no pasan.

Ahora las castro-chavistas tienen luz verde en Venezuela, porque del Presidente de Estados Unidos lo único que escuchará la oposición venezolana serán palabras bonitas.

No importa que el precio del petróleo esté a $60 o baje a $40 dólares el barril.  Comerán menos los venezolanos, aprenderán a no comer, como los cubanos, y no pasará nada, porque la represión se encargará de ellos, y se morirá el que se tenga que morir.

El petróleo y el dinero que necesite el castrismo seguirá llegando a Cuba desde Venezuela, para sostener la maltrecha economía de la Isla mientras los capitalistas extranjeros montan negocios y el turismo estadounidense contribuye con algunos miles de millones de dólares.

Raúl Castro acaba de ser muy claro al respecto aclarando que seguirán

“brindando apoyo frente a los intentos de desestabilizar al Gobierno de Maduro”.

Conclusiones

Acaba de anunciarse ese arreglo entre “Los Estados Unidos y Cuba”, que según los optimistas abre el camino a la democracia en la Isla.

Parece que Raúl Castro no piensa lo mismo. No se ha secado la tinta del convenio, si es que algo se firmó, cuando el General ha dicho:

“Ahora sí ganamos la guerra”.

Es lógico que se sienta eufórico, porque en Cuba y en Venezuela se sienten con luz verde para consolidar a una dictadura de partido único con una economía mixta.

Empresas estatales controladas directamente por el dictador, y la otra parte de las riquezas del país repartidas entre la nueva oligarquía y los capitalistas extranjeros obedientes de las reglas del régimen.

Habrá más cuentapropistas, que entonces serán llamados pequeños empresarios, porque al Estado no le interesará seguir manejando miles de restaurantes y otras pequeñas empresas que le han dado pérdidas por años. Pero todo el mundo tendrá que portarse bien.

Que nadie se equivoque con el cambio que espera, porque Raúl Castro acaba de decir que:

 “…de la misma forma que nunca nos hemos propuesto que los Estados Unidos cambien su sistema político, exigiremos respeto al nuestro”.

Tres días después del firmado el acuerdo, un bote con 29 cubanos, -entre ellos mujeres y niños que huían de la Isla, fue hundido por unidades del régimen a 22 millas de las costas de Matanzas. Y el campesino dirigente del CID en Velasco, Manuel León Martínez, fue amenazado de muerte por un esbirro de la tiranía.

Todo parece viento en popa y a toda vela para el castro-chavismo, pero quizás la providencia, las circunstancias cambiantes, el amor por la libertad de cubanos y venezolanos, lograrán que el triunfalismo de la tiranía castrista y su satélite venezolano naufrague en el intento.

Tenemos que luchar para que la libertad y la democracia triunfen en Cuba y en Venezuela.

Es un reto en que no solo está en juego la libertad de ambos pueblos; en esta guerra que Raúl Castro cree haber ganado se decidirá el futuro de la democracia en América Latina.

Cuando esto suceda, el silencio y la complicidad con que se apoya a estas tiranías serán nada más que otro capítulo cobarde y sucio en la historia de América.

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