viernes, 18 de septiembre de 2009

Por qué no se debe levantar el embargo (5)

En la Unión Soviética, a mediados de la década de los ochenta se comenzó un examen crítico del comunismo. La era de Gorbachov había comenzado. Eran los tiempos del Glasnost y la Perestroika. Las revistas soviéticas se volvieron populares entre los jóvenes cubanos. Castro reaccionó negativamente.

El dictador cubano sobrestimó su importancia en el mundo comunista. Se creyó indispensable e intocable. También subestimó las consecuencias de las propuestas del nuevo líder soviético. Estúpidamente, se alineó contra Gorbachov.

La URSS lo presionaba a una política de estímulos materiales en la economía, contraria a sus puntos de vista. Entonces Castro eliminó a Humberto Pérez, partidario de implementar las nuevas directrices soviéticas, de la Junta Central de Planificación. Criticó los nuevos enfoques y sustituyó al embajador cubano en Moscú, un comunista de Partido, por un incondicional personal.

Fidel creyó que, independiente de los cambios que ocurrían en Moscú, la URSS mantendría el nivel de asistencia a su régimen. Quizás fue informado de los planes para darle un golpe de estado a Gorbachov. Mientras tanto, se debilitaba el cordón umbilical que lo había alimentado por tres décadas.

En 1991, el golpe de estado contra Gorbachov fracasó. Castro se quedó sin sus amigos en Moscú: Vladimir Kryuchkov perdió la jefatura de la KGB; Oleg Shenin, miembro del Secretariado y del Politburó, terminó en prisión; el jefe del personal del Estado Mayor, Mikhail Moiseyev, también fue remplazado. El primer ministro Valentin Pavlov fue purgado.

Fidel Castro había agotado la paciencia de los soviéticos, e innecesariamente se había ganado la antipatía de los reformadores. Boris Yeltsin proponía el fin de la ayuda a Cuba; era una carga pesada e inútil.

Ahora Castro dependía de los países occidentales con los que había comerciado: España, Francia, Alemania, Inglaterra, Japón etc., los que le habían facilitado préstamos, asistencia técnica y de una y otra forma apoyo político contra el embargo de los Estados Unidos. Pero con estos también tenía dificultades. Su gobierno no les podía pagar las deudas. En 1986 Cuba había declarado una moratoria a los pagos. La suma alcanzaría 12 mil millones de dólares. Según Carmelo Mesa Lago, la deuda externa cubana en 1990 era de 37.600 millones de dólares, la más alta per cápita del hemisferio.

Entonces Fidel Castro, el recalcitrante dogmático, el enemigo de los incentivos materiales y del capitalismo, cambió su política y abrió las puertas de Cuba a la inversión extranjera. El país se abrió al turismo, que había sido rechazado para evitar la contaminación ideológica. La industria turística quedó en manos de sus socios españoles. Eso sí, los cubanos no podían estar en los hoteles donde se hospedaban los extranjeros, ni bañarse en las playas donde ellos estuvieran. En la minería se favoreció la inversión canadiense. Varios cientos de empresas capitalistas se instalaron en Cuba. Se autorizó que los cubanos pudieran ejercer por cuenta propia en grupo seleccionado de oficios, y se le dieron algunas libertades al mercado campesino.

El país navegó “el periodo especial” lleno de privaciones, que no eran causadas por el embargo estadounidense, sino por tres décadas de despilfarro y malas inversiones. También por una política destinada a que los cubanos no tuvieran “independencia económica”, exactamente la respuesta que Fidel Castro le había dado a mi padre en marzo de 1959. De regreso de la inauguración de un molino de trigo en Regla, Fidel le comentaba sobre los problemas laborales que vendrían; mi padre le preguntó:

-¿Tú has descartado la idea de que los trabajadores perciban una participación de las utilidades de de la empresa, tal como expones en tu discurso “La Historia me absolverá”?

-No se puede, Huber. Si posibilitamos que los trabajadores tengan independencia económica, eso conducirá en los hechos a la independencia política.*

La ineficiente economía cubana se resistía a alcanzar los niveles anteriores al de 1989, pero tan pronto el dictador se dio cuenta de que su régimen podría sobrevivir sin la URSS, anuló las medidas que habían relajado el férreo control estatal sobre las actividades de los cubanos. Lo rescató Hugo Chávez, quien sustituyó a la URSS con una asistencia que ha evitado el colapso del régimen.

Cuando se sume la subvención venezolana a la soviética, es muy probable que el castrismo haya recibido un millón de dólares de ayuda por cada kilómetro cuadrado de la isla de Cuba. La economía cubana ha continuado declinando porque es un parásito que consume insaciablemente. El embargo interno, el verdadero bloqueo del castrismo contra el pueblo cubano, es el principal responsable del pobre nivel de vida de los cubanos.

Continuará….

*Huber Matos, “Como llegó la noche”, Tusquets Editores.

2 comentarios:

Cubanito100% dijo...

Me dejas locos con tus, análisis, recuerda que voy leyendolos de atrás para alante, o sea, hasta llegar al Nro. 1 y esto es emocionante, estamos en total sintonía. Huber, eres economista, sociólogo o viviste en Cuba? jajaja. Te admiro, con estos textos, lo que realmente siempre quice leer.

3 de noviembre de 2009, 11:06
Cubanito100% dijo...

quise

3 de noviembre de 2009, 11:15

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