lunes, 11 de abril de 2011

El totalitarismo y la represión: Cuba



Con la desintegración de la URSS y el rechazo al marxismo-leninismo en China, solo dos países quedaron rezagados. En Corea y en Cuba todavía ondea la desprestigiada bandera del comunismo.


Las dos familias en el poder –los Kim en Corea y los Castro en Cuba- han insistido en mantener sus privilegios tratando de defender una doctrina que fracasó rotundamente en todas partes donde se puso en práctica.


La economía en ambos países está en la quiebra. En Corea las hambrunas son la amenaza permanente. El país sobrevive gracias a los réditos de una política de chantaje con la que extraen ayuda a los países occidentales.


En el caso cubano la economía no se ha paralizado por el subsidio chavista, los ingresos que se reciben por las remesas y envíos de los exiliados cubanos más una industria turística sujeta a una paz social artificial que puede resquebrajarse en cualquier momento.


Como en toda dictadura totalitaria, el pivote principal es la represión. El castrismo se mantiene como en una cuerda floja. Por eso aplican una represión selectiva contra sus opositores sin llegar a los niveles de violencia característicos en la primera etapa de la dictadura del proletariado.


Este tipo de represión que podríamos caracterizar de baja intensidad, es el producto de las circunstancias:


La debilidad del régimen


El castrismo teme que la aplicación de una violencia sangrienta provoque una reacción incontrolable en una población aparentemente domesticada.


Las recientes revueltas en los países árabes ilustran el caso. Pueblos que por casi medio siglo aceptaron pacientemente dictaduras corruptas y asesinas han reaccionado con una audacia inesperada ante una agresión que consideran completamente inaceptable. Los cubanos no tienen porque por qué ser una excepción.


El castrismo está fracturado internamente por los fracasos del sistema, por su aislamiento internacional, por la falta de fe en sus líderes y por la corrupción interna. No hay ninguna posibilidad de una “Revolución Cultural” en Cuba.


La nomenclatura está en crisis, consciente de que el régimen se encuentra en su etapa final, independiente de lo que ésta demore. Solo una minoría dentro del aparato represivo está dispuesta a machar sus manos de sangre. Son individuos agresivos y delincuentes. La mayoría busca una salida en el horizonte.


La dependencia exterior


El turismo es una industria muy vulnerable a los problemas políticos de una nación. La tiranía castrista tiene que evitar a toda costa que una imagen de inestabilidad en Cuba pueda afectar el ingreso de turistas.


El exilio representa ingresos para el régimen castrista superiores a los del turismo. Por esta razón la dictadura está obligada a cuidarse de las repercusiones que una represión cruda pueda tener en la comunidad exiliada. Esta puede reaccionar exigiendo a Washington una línea más dura hacia el régimen.


Sin el mercado socialista y sin la subvención de la URSS, el régimen cubano quedó desamparado. La subvención chavista depende de un hombre en el poder y por lo tanto está sujeta a su futuro en Venezuela.


El único camino que le queda a la dictadura es un arreglo con los Estados Unidos y una condición básica para llegar a él implica un nivel de represión políticamente aceptable para los Estados Unidos.


El castrismo prolonga su permanencia en el poder inútilmente. Su ciclo vital está por concluir. Los cambios que pretende implementar implican un relajamiento en el control político. La represión de baja intensidad es un arma de doble filo, trata de mantener un equilibrio en una sociedad que está en el abismo o lo bordea, al mismo tiempo que frena la única energía que liberada totalmente puede sacar a Cuba del atraso y de la pobreza: la del pueblo.

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