Confundir el bastón con el poder
En Cuba hay una crisis económica; así lo informan las agencias de noticias internacionales. Resaltan el programa de emergencia de ahorro de electricidad, que en ese lenguaje rebuscado y cursi que han inventado se describe como “el control energético”, y anuncian una campaña no menos cursi y no menos siniestra bautizada como: “Ahorro o muerte”. ¿Quién se va a morir? ¿A quién van a matar ahora?
Las agencias informan que la crisis se agrava porque la economía cubana va a crecer nada más un 2% en lugar de un 6%. Con ese porcentaje de crecimiento en Estados Unidos estarían bailando en las calles y en España celebrando a lo grande. No olvidan mencionar los dos huracanes que causaron pérdidas por miles de millones de dólares, según el gobierno. Toda esta temática: “Ahorro o muerte”, disminución en el crecimiento, huracanes etc. son la excusas con que el régimen pretende confundir y maniatar a la población. Es la excusa del momento.
No es nuevo que en Cuba exista una crisis económica. La economía cubana está en crisis desde que el desplome de la URSS, hace dos décadas, dejó al castrismo sin un subsidio anual de 10,000 millones de dólares. La economía en la isla se había convertido en un parásito de la URSS, caracterizado por el desperdicio y la corrupción que se disimulaban con la propaganda sobre los “logros de la revolución”. Estos logros en realidad eran producto del sudor y las privaciones de los trabajadores soviéticos. La falta de objetividad de la prensa occidental los hacía parecer como un producto del “gobierno revolucionario”.
Lo nuevo en Cuba es la crisis política. Es un país donde hay dos gobiernos, o mejor dicho dos desgobiernos: El de un convaleciente octogenario y el de su joven hermano de 75 años. Raúl Castro y su grupo llegaron a creerse hace dos años que eran gobierno; parecía que el viejo dictador se iba a quedar en cama y les había pasado el bastón.
Confundieron el bastón con el poder. Aparecieron en la televisión denunciando los salarios insuficientes, prometiendo mejoras económicas y la disposición a conversar con el sucesor de Bush. Hablaron de abrir las puertas a la inversión extranjera y de hacer cambios estructurales para elevar la producción de alimentos. Ya sabemos lo que pasó. Prácticamente todo se quedó en veremos.
El viejo enfermo no se murió aunque la gravedad lo dejó más senil que antes. Paró las reformas en seco, volvió al siglo pasado en su guerra contra el imperialismo y le dijo a Obama que en eso de conversar y negociar Raúl no se había sabido explicar.
El pueblo, que no es tonto, sabe que Carlos Lage y Felipe Pérez Roque tenían razón: que están entre el viejo recalcitrante y el “heredero” temeroso e incompetente. Si se muere el primero se quedan con el segundo. Y eso es todo lo que hay. No es un asunto de control energético, ni de pérdida por los huracanes, ni del 6% al 2% de crecimiento. Es, claramente, una crisis política.
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