La envidia y celos de Fidel a Obama
Según la última encuesta del Iberobarómetro, Barack Obama es el dirigente más popular de Latinoamérica. Mientras en cualquier otro país ese entusiasmo puede apenar a sus políticos, en Cuba la popularidad del presidente estadounidense es altamente peligrosa para el régimen y una ofensa para el viejo dictador, el más engreído de todos los cubanos.
Obama le dio un jaque mate a la emboscada que le prepararon en la “Cumbre de los charlatanes” en Trinidad. Pueden estar seguros que ese plan fue elucubrado por Fidel Castro. El convenció a sus incondicionales que la presión contra el embargo seria exitosa y que obligarían a Obama a ceder. Les salió el tiro por la culata. Obama demostró en el encuentro que allí no había un dirigente de su talla. Fue el único que habló de la falta de libertades en Cuba y retó a la dictadura a hacer cambios.
Pueden ustedes imaginarse el ridículo que hizo el dictador ante su corte. Desde entonces Fidel no puede disimular su envidia y el ataque de celos que tiene: Obama es más joven, más culto, tiene mucho más poder que él, el mundo lo admira, los cubanos de la isla lo quieren, es negro, tiene salud, se burlo de él en la primera escaramuza, lo ignora, su gobierno lo ha declarado un terrorista y su Secretaria de Estado ha dicho que el régimen esta en sus finales.
Pero además, los cubanos ven en Obama lo que ve la mayoría de la gente en el mundo, alguien con quien se pueden identificar, una esperanza, un afroamericano que desde la procedencia más humilde ha llego a la presidencia del país poderoso del planeta. Ese sentimiento de admiración por el presidente norteamericano y sus logros, entre estos haberse graduado de Columbia y Harvard, se hicieron posibles en los Estados Unidos. Entonces, en Estados Unidos se puede y si se puede, hay algo o mucho de bueno en su democracia. Todo esto es grave para un régimen enfermo y fracasado, que pretende dirigir un enfermo y fracasado dictador.
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