viernes, 7 de agosto de 2009

CUATRO PARTIDOS, UN GOLPE Y UN DECALOGO


Por el Politologo Dr. Fernando Mires, Catedratico de Ciencia Politica en la Universidad de Oldenburg, Alemania

ANALITICA


Los acontecimientos históricos tienen la particularidad de alinear en torno de ellos opiniones y puntos de vistas que antes de que emerjan de modo manifiesto se encuentran en estado latente. Así ha sucedido con el golpe que el día 28 de junio del 2009 tuvo lugar en Honduras y con los hechos que le siguieron.

Tanto en los medios políticos como intelectuales ha tenido lugar frente a ese inesperado hecho, un más que interesante debate; muy importante a mi juicio, sobre todo si se tiene en cuenta que la polémica no es una de las distinciones principales de la cultura política latinoamericana. A partir de este debate será quizás posible que surjan nuevos posicionamientos, nuevas percepciones y nuevas formas de enfocar los temas políticos de nuestro tiempo. No está mal: por discutir nadie se ha muerto.


Más que analizar los acontecimientos hondureños "en sí", dedicaré las líneas de este trabajo a analizar las diversas posiciones (a las que llamaré "partidos") surgidas alrededor de ese golpe que más bien fue un "golpe de gobierno" pues todas las demás instituciones del Estado se conservaron intactas. De un golpe que, a diferencia de muchos que han ocurrido en el continente, no surgió una dictadura ni una junta militar sino un gobierno interino que no sólo muestra su disposición a la negociación y al compromiso sino, además, asegura que abandonará ese lugar de acuerdo a la agenda prevista antes del golpe. Eso quiere decir que si el golpe en su ejecución fue muy tradicional, el escenario político después del golpe es un hecho inédito y por lo tanto invita a prestarle toda la atención posible.
En torno al golpe de gobierno ocurrido en Honduras creo percibir que se han formado cuatro "partidos" muy definidos. Ellos son a mi juicio: a) el partido "albista". b) el partido golpista. c) el partido moralista y d) el partido del realismo político del cual me declaro, para que no quepan dudas, como un activo y disciplinado militante.


Al final de mi trabajo he introducido una suerte de decálogo político. Se trata más bien de los presupuestos que explican o dan sentido a mis argumentos, tanto en éste como en otros trabajos. Recomiendo leerlos al final del texto. Pero también podría ser posible leerlos al comienzo. O incluso, si a alguien no le interesan, no leerlos. En fin, no hay nadie más libre que un lector.


Un decálogo político


El caso Honduras ha tenido la virtud de dividir de modo manifiesto las aguas políticas de América Latina. Mostrar esos límites ha sido el objetivo de este ensayo. Los argumentos y criterios los he desarrollado de acuerdo a puntos de vista que he adquirido a través de una ocupación larga y sostenida, ya sea con la filosofía política, ya sea con los temas políticos de nuestro tiempo. En cierto modo son, tales adquisiciones, el trasfondo que explican éste y otros trabajos que he escrito. Para simplificarlas, me he decidido a publicarlas bajo la forma de un decálogo, lo que no es más -entiéndaseme bien- que un simple recurso literario. Más aún: a diferencias con otros decálogos, este es absolutamente provisorio. Eso quiere decir que los diez puntos que expongo a continuación pueden llegar a ser, con el tiempo, muchos más o muchos menos.


Decálogo del realismo político:


l. La política es lucha por el poder (Max Weber). Puede ser el poder concentrado en un Leviathan (Hobbes), o el poder microfísico de las relaciones sociales (Foucault). En cualquier caso, sin lucha por el poder no hay política. En ese sentido el ser humano no es un animal político, como formuló Aristóteles. Pero sí es un animal de poder. Eso quiere decir que si la política es lucha por el poder, la simple lucha por el poder no es en sí, política. La diferencia es la siguiente: mientras la simple lucha por el poder busca la supresión del adversario, la lucha política busca el ejercicio de soberanía, o la hegemonía, o la supremacía sobre el adversario, pero sin suprimirlo. Con la supresión del adversario termina la política.


ll. La lucha por el poder se ordena de acuerdo a acontecimientos que van dando forma a los diversos partidos (partes). Los acontecimientos, para ser tales, tienen que ser imprevisibles e inesperados. En ese sentido la política llega siempre "con cierto atraso". Primero ocurren las cosas, después llega la política.


lll. La política no es el lugar de las profecías ni mucho menos de las ideologías. Las profecías se definen de acuerdo a acontecimientos que no han ocurrido. Las ideologías, a su vez, se definen de acuerdo a acontecimientos muy lejanos. Tanto las profecías como las ideologías son las más graves patologías no sólo de la política sino también de las (mal) llamadas ciencias sociales.


lV. No hay política sin toma de posiciones políticas. Pero las posiciones en la política en la medida en que se van produciendo frente a acontecimientos siempre nuevos, son radicalmente inestables. De ahí que las luchas étnicas, religiosas y nacionales, al no ser intercambiables, no pueden ser políticas (Michael Walzer). La política, y para decirlo como diría Wittgenstein, es un juego de posiciones, y como ocurre en todo juego, son necesarias las reglas del juego.


V. La democracia es una forma de gobierno que regula y dicta las reglas del juego político. Puede haber, por tanto, política sin democracia. Mas, no puede haber democracia sin política. La política puede tener lugar bajo reglas teocráticas, monárquicas, y otras más. Confundir la democracia con la política es "democratismo" actitud que puede llevar a minimizar la acción política en función de la simple gobernabilidad. Esa es la principal crítica a la democracia liberal que ayer sustentó Carl Schmitt y que hoy, entre otros, mantienen autores como Chantal Mouffe y Claude Lefort.


Vl. La política no es tanto el espacio institucional de la política como sostienen, entre otras, las teorías "habermassianas", sino el campo del antagonismo. Dicho de otro modo: el antagonismo político crea sus espacios de lucha y no los espacios de lucha al antagonismo.


Vll. A través de la acción política buscamos posibilidades de compromiso. Pero el verdadero compromiso sólo puede surgir de antagonismos que mientras más abiertos y reales, más políticos son. Aquellos que buscan el compromiso - por lo general en nombre de abstractos principios morales- sin reconocer los términos reales del antagonismo, desvirtúan la política en su razón más esencial. Política es, antes que nada, lucha de contrarios.


Vlll. Allí, justo allí donde asoma la violencia, termina la política. Mas, en toda guerra que no sea total existe la posibilidad de la reversión política (Kant) del mismo modo que en toda política se encierra la posibilidad de la guerra.


lX. La política no es una superestructura de alguna base material, como postula el economicismo marxista, ni tampoco es la simple administración de los bienes materiales, como postula el economicismo liberal. La política tiene una autonomía que, en términos finales significa lo siguiente: la política se explica sólo por la política.


X. "El sentido de la política es la libertad" (Hannah Arendt)

1 comentarios:

Lori dijo...

Una clase magistral. Gracias Hubert por tu obsequio.

9 de agosto de 2009, 5:21

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